Mi 7º #FFdA (1/2)...
Nos plantamos a 29 de mayo así, como si nada. Otro Finde Fondo de Armario (FFdA); el séptimo, y primero en que aún no sabía qué iba a tomar exactamente. No es que pesen los 3 años desde que empezó a celebrarse este muy-patillero evento, ni cansancio acumulado de las últimas seis ediciones, sino que la vida avanza, y con ella todo parece evolucionar. La realidad, al final, es que el tiempo pasa volando, visto en el global de lo que significa ahora un año, pero también en lo particular de cada día. Y eso que aún no estoy ejerciendo al 100% como figura paterna.
Pero bien, rollos personales a parte, el viernes bajé tarde a ver qué encontraba que me apeteciera tomar, y que hubiera estado guardando bastante tiempo por acción u omisión. En esta ocasión, no llegué ni a abrir el armario, puesto que en la nevera tenía unas cuantas candidatas. Todas ellas las cogí de allí, seleccionando las que, además, tenían en común haber sido objeto de algún despiste por mi parte en algún momento del tiempo. Podríamos hablar, entonces, de un Finde Fondo de Frigo, en el que además todas ellas fueron, en un momento u otro, envejecidas por negligencia.
Weihenstephaner & Samuel Adams Infinium
Cada botella de cerveza tiene su historia, y la de esta cerveza es cuanto menos curiosa. Soy de esa notable parte de la población a la que nunca le toca ningún sorteo o concurso, pero en este caso tuve la suerte de que me tocara el sorteo de Bar & Beer de una botella muy codiciada en esos momentos: por su elegancia, exclusividad y elevado precio. Recuerdo aún cuando fui a buscarla a Homo Sibaris, casi recién inaugurado, y cuan afortunado me sentí. Quise guardarla, como no, para un momento especial... y tan bien la guarde, y tan al fondo del armario, que allí se quedó unos cuantos años, hasta que un día vislumbré una elegante botella de 75cl y tuve que hacer memoria para saber de dónde había salido (cuando entró no tenía registro de botellas).
Al verterla en el vaso, esta colaboración entre dos grandes nombres de la escena cervecera internacional parece tal cual un cava: muy espumosa y burbujeante, aunque con un color dorado notablemente más oscuro de lo habitual. Cristalina, de burbuja fina, en aroma presenta características claramente asociables a cervezas de estilo belga: desde el punto a masa de pan y galleta de la levadura a ciertos toques especiados, como de cilantro, aunque sobre el papel no lleva. Pero también hay notas a trigo, a lúpulo herbáceo, pimienta, piel de limón y algo de caramelo. Tiene un punto de oxidación que me recuerda el de las Tripel envejecidas, pero también al de un cava Gran Reserva. En boca destacan, de inicio, los puntos cítricos y especiados, pasando al trigo y al centeno, el caramelo y los toques a caramelo y hierbas, con un final a pimienta y ligera canela, además de un cierto regusto a cava. De carbonatación generosa, que se modera al rato del servido, y con un cuerpo medio y notable presencia alcohólica, guarda un equilibrio entre el suave pero generalizado dulzor y los toques a especias, con un final notablemente seco.
Por la TV daban Kill Bill Vol. 1. Estaba sentado en el sofá, después de otra dura semana, junto a mis dos mujeres favoritas. El acompañamiento fue este, sin más. La verdad es que disfruté mucho de esta cerveza: no pagar su precio seguro que jugó a su favor, pero después de tantos malos comentarios leídos y escuchados por mil y un canales distintos, la verdad es que me sorprendió muy gratamente. Me imagino que consumida un poco antes habría brillado más, pero aún así me gustó, especialmente porque la cerveza en sí es lo que quería ser. Así que chapeau.
La Trappe Isid’Or
Los trapenses neerlandeses cuando se ponen a celebrar algo se cercioran de que se celebre bien. En 2009 se cumplían los 125 años de fundación de la cervecera, y para conmemorarlo elaboraron la Isid’Or, que se pudo encontrar en tiendas durante mucho tiempo, hasta que decidieron hacerla fija dentro de su portfolio. Esta botella concretamente la compré en 2011, en esos momentos en que todas los elaboradores trapenses eran belgas menos ellos, y aunque mi intención no era guardarla mucho tiempo acabé olvidándome de ella durante un buen tiempo hasta que, con 6 años de retraso, me dispuse a unirme a la celebración del centésimo vigésimo quinto aniversario de La Trappe.
En la copa se presenta con un color cobre intenso, ligeramente turbia, con una espuma de color blanco roto abundante pero que retrocede rápidamente, conservando siempre un mínimo, y algunas burbujas finas. En nariz se puede notar un punto de oxidación, entre el rancio, la almendra cruda y el diacetilo, pero también notas a caramelo, pan, melocotón en almíbar, toffee, y ese fondo meloso típico de la levadura belga. En boca sigue una misma línea, entrando afrutada, seguida de toques acaramelados y a galleta danesa, y con un final seco que guarda un punto tostado, como a azucar quemado, acompañado de un leve amargor suavemente herbal. Tiene un cuerpo medio, con una carbonatación fina que se deja notar, pero que en su momento seguro fue bastante más notable.
En resumen, una cerveza bien compleja que a pesar de no tener una graduación muy elevada (7,5% ABV) envejeció de maravilla, incluso con el punto rancio y el diacetilo se hace una cerveza muy agradable. Dada su amplitud de matices, me parece una gran cerveza para tomar en ese momento tranquilo del fin de semana, en el que uno se tumba con un poco de música de ambiente y, sencillamente, se relaja.
Pretty Things Baby Tree
Alguna cosa tendrán estas cervezas de Sommerville que siempre acaban haciendo su aparición en mis #FFdA: ¡3 de 7 ediciones con ellas! Y eso que no me prodigo en comprar cerveza americana... Supongo que todo tiene que ver con el hecho de que son regalos, y que por su tamaño y especialidad no acostumbran a ser una cerveza "del día a día". Nada despreciable es el hecho que siempre me han dejado un grandísimo sabor de boca, siendo referentes en calidad y también en las graciosas etiquetas con motivos infantiles. Primero fue la Jack d'Or, después la Fluffy White Rabbits, y ahora era el turno de una Quadrupel como la Baby Tree, muy indicada para mí, dados los tiempos que corren y las responsabilidades que me esperan a la vuelta de la esquina.
Embotellada en 2011, en la copa se muestra cristalina, de color ámbar oscuro y con una espuma de color beis intenso que va menguando hasta desaparecer. De agradable aroma, combina las habituales notas a frutas en almíbar con el caramelo, y con un toque suave a Jerez, que muy probablemente sea producto de la guarda. A medida que va evolucionando, se acentúa el punto a pasas, así como la vainilla. En boca sigue una misma linea, mostrándose afrutada por encima de todo, pero bien flanqueada por ligeros toques tostados, a vainilla y a vino de Jerez y, aunque muy ligeramente, lo que parecen toques a madera (llegué a comprobar que no estuviera envejecida por un breve periodo de tiempo). De cuerpo generoso, combina el predominante dulzor con una sensación aterciopelada en el paladar, con un final seco y un punto de amargor.
Y como en todos los casos anteriores, otra grandísima cerveza de Pretty Things, a la que la guarda quitó casi por completo los posibles aromas a lúpulo que hubiese tenido, pero aumentó la intensidad y complejidad del perfil de la malta, con los interesantes toques a Jerez e incluso la madera. Aproveché el formato de la botella (66cl.) para partirla en dos vertidos: se jugaba la final de la Copa del Rey de fútbol, y me sirvió como previa a la cena con mis primos y como copa para celebrar el título, una vez finalizado el partido. Probablemente habría acompañado muy bien alguna carne al horno, o algún rostit, pero no las pizzas que pedimos para ver el encuentro; de ahí que decidiera tomarla en dos tiempos.
Y como en todos los casos anteriores, otra grandísima cerveza de Pretty Things, a la que la guarda quitó casi por completo los posibles aromas a lúpulo que hubiese tenido, pero aumentó la intensidad y complejidad del perfil de la malta, con los interesantes toques a Jerez e incluso la madera. Aproveché el formato de la botella (66cl.) para partirla en dos vertidos: se jugaba la final de la Copa del Rey de fútbol, y me sirvió como previa a la cena con mis primos y como copa para celebrar el título, una vez finalizado el partido. Probablemente habría acompañado muy bien alguna carne al horno, o algún rostit, pero no las pizzas que pedimos para ver el encuentro; de ahí que decidiera tomarla en dos tiempos.
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Y hasta aquí la primera parte de mi séptimo #FFdA, con resultados desiguales en la experiencia con estas tres primeras cervezas añejas. Si a alguien le apetece conocer mi opinión sobre cómo envejecieron las demás cervezas que se ven en la foto de arriba, a estar atentos al próximo post, que espero sacar mañana mismo.
Salut i birra!
Joder, esa Infinium ya tenia ganas de probarla!! Muy buena sesión de ese gran FFdA!!!
ResponderEliminarUn saludo crack!!!
Jaja, la sorpresa fue encontrarla hace un tiempo, realmente ni me acordaba de tenerla :-). Gracias por tu mensaje Dani, ¡un saludo!
EliminarERES INFINIUMTAMENTE AFORTUNADO, POR NO PAGAR LA INFINIUM, QUE NO SIENDO GRAN COSA, NO VALIA MAS DE 20€ QUE COSTÓ ENTONCES, UN ENGAÑO EN TODA REGLA, DIGAS LO QUE DIGAS.
ResponderEliminarLA ISIDRO MUY BUENA, ME GUSTÓ EN SU MOMENTO. LA PRETTY NI IDEA, ME GUSTA LA ETI JEJEJE.
TE DEJO MI FFDA PARA EL RESUMEN
http://cerveriana.blogspot.com.es/2015/06/7-ffda-cerverianido.html