Breves reflexiones tardías sobre el X Vine a Fer Cervesa...
Por segundo año consecutivo, dediqué un sábado entero de octubre a apoyar una de las instituciones históricas de nuestra realidad cervecera. Con gran orgullo, un año más me enfundé la camiseta amarilla con letras negras que distingue a los que, voluntariamente, prestamos nuestro esfuerzo para sacar adelante la feria cervecera decana de este país, y que sigue con la fórmula que la convierte en una auténtica singularidad dentro del conjunto: sin ánimo de lucro, y girando alrededor de una demostración pública sobre cómo elaborar cerveza.
Historia viva del auge microcervecero, el X Vine a Fer Cervesa transcurrió con la normalidad de las últimas ediciones: después del pistoletazo de salida en el taller de elaboración, el engranaje empezó a rodar y ya no paró hasta bien entrada la calurosa noche de otoño de aquel 19 de octubre. Cabe comentar, aún así, que eramos varios los que, a todo motor o más contemplativos según las oleadas de visitantes, vivíamos la jornada con la consciencia del tiempo transcurrido desde esa primera edición de 2003 organizada por la Associació Húmulus Lúpulus, considerando la magnitud de los hechos que, junto con otras manifestaciones y actividades, este festival ayudó a desencadenar durante los siguientes años.
No sería posible contar de dónde vienen las ferias cerveceras sin el VFC, ni sin Mediona tampoco. Hace un decenio, tal como destacábamos en la Editorial de la Gacetilla Cervecera XIX, no había ninguna de las Micros que hoy conocemos. Sólo las preceden nombres propios como la Barcelona Brewing Company de Steve Huxley, Naturalbier en Badalona o Magister en Reus, junto a los protagonistas del movimiento asociativo cervecero. Patrimonio histórico, pero también presente.
Más allá de estas reflexiones, que me parecen necesarias, durante la jornada tuve la gran suerte de trabajar con buenos compañeros de batallas pasadas y presentes (y futuras) a mi lado, y de coincidir con otras personas nuevas con quien relacionarme, aunque fuera brevemente (además de alguna grata "desvirtualización"). En cuanto a cervezas, no voy a hablar largo y tendido dado que tampoco tuve oportunidad de probar todo lo que quería (aunque medie algún recesillo, uno está para lo que está). Sí que debo, no obstante, destacar cuatro cervezas que me satisficieron por una u otra causa.
No sería posible contar de dónde vienen las ferias cerveceras sin el VFC, ni sin Mediona tampoco. Hace un decenio, tal como destacábamos en la Editorial de la Gacetilla Cervecera XIX, no había ninguna de las Micros que hoy conocemos. Sólo las preceden nombres propios como la Barcelona Brewing Company de Steve Huxley, Naturalbier en Badalona o Magister en Reus, junto a los protagonistas del movimiento asociativo cervecero. Patrimonio histórico, pero también presente.
Más allá de estas reflexiones, que me parecen necesarias, durante la jornada tuve la gran suerte de trabajar con buenos compañeros de batallas pasadas y presentes (y futuras) a mi lado, y de coincidir con otras personas nuevas con quien relacionarme, aunque fuera brevemente (además de alguna grata "desvirtualización"). En cuanto a cervezas, no voy a hablar largo y tendido dado que tampoco tuve oportunidad de probar todo lo que quería (aunque medie algún recesillo, uno está para lo que está). Sí que debo, no obstante, destacar cuatro cervezas que me satisficieron por una u otra causa.
Si bien en botella no me convenció 100%, debo rendirme a la versión de barril de la Belgian Wheat de Fort, elaborada en colaboración con Gunther Bensch. Sin duda, la mejor cerveza nacional de trigo que he probado hasta el momento. Recuerdo que en el octavo VFC pude probar las Fort por primera vez junto a Jordi Expósito y Andrés Masero, concretamente una IPA monovarietal de Columbus, que recuerdo me agradó bastante. Desde entonces, tantas que han sacado tantas que he probado, y probablemente ésta Belgian Wheat haya sido mi favorita.
La gran alegría me la llevé con las dos debutantes del año pasado. Recuerdo que Pablo Vijande nos comentó, en una de las reuniones previas al VFC 2012, que debutarían en la feria dos nuevos productores. En un momento en que parecía que salían 2 o 3 microcerveceras por semana, más de uno podría haber pensado que llegaban dos más a engordar la lista de empresas. Sin embargo, un año después resulta que L'Hort del Barret presenta una IPA suave y exquisita, muy afrutada y de trago peligrosamente fácil, bajo el nombre de Caubeen y demuestra que se pueden hacer cervezas de este estilo sin caer en los cánones marcados por la moda lupulera. Y por su parte, la micro que para mí ha sido una de las claras revelaciones del último año, As Cervesers presentaba junto a Ernest de Molta Birra (otro que tanto) la MoltabirrAs Black IPA, un bombazo oscuro y verde que fue, sin duda, una de las sensaciones para muchos de los asistentes; con permiso, claro está, de la auténtica bestia que presentaron desde Marina: la Hop Attack. El nombre es realmente gráfico en cuanto a la sensación que producía al tomarla.
Con sus virtudes y sus defectos, un año más pudimos disfrutar de esta celebración de pasado, presente y futuro que representa el Vine a Fer Cervesa, que nuevamente ofreció novedades y referencias a seguir y consiguió animar a un buen número de gente para pasar un día festivo aprendiendo los qués y los cómos de la producción de cerveza; y quien sabe si, como ya ha ocurrido en varios casos, formando entre ellos a futuros cerveceros que nos deleiterán con sus creaciones.
Que per molts anys en seguim gaudint. Salut i birra!
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