Cerveza en Canadá (V) - Nouvelle France
Después de un pequeño parón de posts canadienses, provocado en gran parte por la celebración del 2do #FFdA, retomemos las aventuras ultramarinas para adentrarnos en territorio de parla francesa.
Quebec. El mismo día que nos había llevado a visitar la bonita Kingston Brewing Company, nos llevaría también, unos cientos de quilómetros después, a un alojamiento rural al lado del Lac à l'Eau Claire, pasada la muy pequeña población de Saint-Alexis-des-Monts. Pero justo antes de llegar a sitio, después de conducir solitariamente durante un buen rato, en el cruce de una carretera en medio de la nada a una milla de la susodicha localidad, un letrero hizo alterar mi modo piloto: "Brasserie", señalando a la izquierda.
- "Mrs. Birraire (yo la llamo así), ¿has visto? Allí ponía Brasserie".
- "Venga va, seguro que no lo has leído bien".
- "Te lo aseguro; y además vamos en la buena dirección".
Y, efectivamente, unos cientos de metros después, pude leer claramente, justo delante de un aparentemente-animado local, un nuevo letrerito luminoso que anunciaba la Microbrasserie Nouvelle France.
- "¡Yuju!".
- "...".
Si en aquellos momentos un alce se hubiera cruzado por nuestro camino, no habría estado tan preparado para no arrollarlo como de normal. Lo último que me esperaba en aquel aislado rincón de mundo era encontrarme el primer brewpub que visitaría en Quebec, y rápidamente negocié con mi querida esposa el régimen de visitas a tan escondido templo cervecero. Fue así como decidimos que, al día siguiente, cenaríamos tranquilamente en ese local que, sólo pasando, ya prometía.
Microbrasserie Nouvelle France
Desde que llegaramos a Saint-Alexis-des-Monts, casi no había parado de llover, y el clima entre temperado y bastante caluroso que habíamos encontrado en Ontario se había difuminado por completo. Consecuentemente, la climatología nos había chafado un poco los planes, y la Nouvelle France se convertía en nuestra esperanza del día para salvar los muebles.
Con la intensa lluvia que caía, no tuvimos mucho tiempo de admirar la fachada al salir del coche, y nos colamos dentro de un local que, visto desde fuera, presentaba un clima presuntamente cálido. Así, una vez dentro, encontramos ese calor que no nos ofrecía este gran local tan acogedor, construido a partir de madera, presentando una decoración muy rústica en cada uno de sus rincones, dignos de admirar todos ellos, con multitud de objetos cotidianos antiguos colgados de las paredes o reposando en estanterías y mesas.
A diferencia de la mayoría de brewpubs visitados hasta la fecha (dentro y fuera de Canadá) la fábrica podía verse desde fuera y desde dentro; casi desde cualquier punto. Viendo el interés que me suscitaban las máquinas y, especialmente, el montón de fermentadores que había, nos sentaron en una mesa privilegiada con vistas perfectas de todas las instalaciones. Mi entusiasmo por la parte cervecera del local fue tan evidente que la amable camarera que nos atendió con destreza durante toda la estancia me sugirió, sin preguntar, que cogiera la muestra de cervezas de la casa. Y como soy una persona educada, obediente y un punto sumisa, acepté de buen grado. Al poco rato, aparecía delante mío la siguiente bandeja:
El detalle interesante fue contar con una carta que describía las cervezas y aportaba datos técnicos sobre ellas. Gracias a ésta, pude conocer bien lo que tomaba; de lo contrario, habría sido complicado dado que nos encontrábamos en un rincón de mundo donde nadie parecía hablar nada más que francés quebecuois, que os aseguro que es complicado de entender, y más cuando la lengua romance concreta no es de las que dominas con fluidez.
En la línea de las otras cervezas probadas hasta el momento durante el viaje, todas ellas estaban bien ricas, sin despuntar ninguna en particular. (De izquierda a derecha). La Claire Fontaine es una Golden Ale inglesa, de buen aspecto, de nariz un pelín apagada y gran presencia en boca, con toques herbales y cítricos, así como de cereal; de final seco y refrescante, con un amargor moderado. Por su parte, la Nouvelle-France Rouge presentaba más complejidad maltosa, con una buena gama de frutas maduras y caramelo, acompañadas de notas de lúpulo floral. Muy sabrosa y fácilmente sesionable, una noche de birras habría sido mi compañera.
A continuación ataqué la Blonde d'Épeautre, rubia de estilo belga con un carácter más notorio de la levadura. Presentaba toques de banana, chicle, hierba suave, algo de caramelo y azúcar moreno. Un poco simplona, pero muy bebible. Y, finalmente, otra cervecita de inspiración flamenco-balona: la Ambrée de Sarrasin. Dulce, acaramelada, con ligeros toques afrutados y, nuevamente, protagonismo para la levadura; muy agradable, nada empalagosa. Salvando las distancias, me recordó la Struise Rosse. Si en algo andaba más floja era en paladar, pero es un éxito encontrar una birra así fuera de Bélgica (y así me esforcé para transmitírselo a la camarera).
Como nota a destacar, la Nouvelle France cuenta con una línea de cervezas sin gluten, llamada Messagères, con tres referencias distintas tanto en barril como en botella; que aunque me hubiera gustado probar, finalmente no lo hice. Como suele pasar en los casos en que se observa un grado de sensibilidad importante respecto a las personas que presentan intolerancia a la gliadina, me imagino que alguien "de la casa" debería sufrir celiaquía.
Hecho este paréntesis... ¿y la comida? Pues en este terreno nos dejamos aconsejar un poco, ya que una de las partes complicadas de los idiomas que no dominas es precisamente las cartas de los restaurantes. Pedimos, y mientras probábamos las buenas cervecitas que nos habían traído, de repente nos plantaron delante el anti-plato de diseño: rebosante de comida, medio mal puesta y entremezclada, ¡pero con una pinta que se comía sólo!
Un pollo súper tierno acompañado de casi todo lo que tenían a mano: verduritas, hortalizas variadas, arroz y patatas frias, con una salsita para mojarlas que estaba de vicio. Y para regar el pollo y el arroz, ni coulís ni coulás: un jugo como-dios-manda, muy gustoso y consistente, con un puntillo especiado y pebrado. Me lo comería ahora mismo de nuevo.
Además, pudimos acompañar tan jugoso plato del delicioso pan casero calentito que nos habían traído con un aparatoso cuchillo clavado en medio. Tierno, esponjoso y muy sabroso; perfecto con mantequilla o para que no quedara ni rastro de comida en el plato. Después de un día, nunca mejor dicho, pasado por agua, al menos a la hora de la cena nos pusimos las botas y nos fuimos más que contentos de vuelta a nuestro alojamiento. Si ya lo digo yo que para estar feliz no hay cosa mejor que seguir el sendero que te marca la cerveza; aciertas seguro.
Acabado el gran manjar, hice mi rutinaria visita completa de las instalaciones, cámara en mano, parándome a analizar bien la maquinaria, pero también el pequeño museo cervecero que tenían montado dentro del propio establecimiento (a parte de objetos, básicamente cómo se produce y algunas curiosidades) y la tienda. Pedí, asimismo, si me podían dar alguna chapilla, a lo que accedieron muy amablemente.
Al salir ya no llovía. Parados, admiramos la gran casa de madera que albergaba tan remoto templo gastro-cervecero, que cuenta con un bonito porche-patio con varias mesas y sillas, que nos resultó curioso dado que en pleno verano como estábamos no podía utilizarse por mal clima. El balance fue muy positivo nuevamente: encontrar, totalmente al azar, sitios acogedores, con buena comida y bebida propia en un viaje tan lejos es una de esas cosas que te llenan, que recuerdas con cariño con el paso de los años. Estos (y otros, por supuesto) recuerdos son los que, cuando vas creciendo, constituyen lo que ha sido y lo que es tu vida.
Sentimentalismos y pajas-mentales a parte, el miércoles de la semana que viene seguiremos por Quebec, aunque no tan escondidos. Salut i birra!
- "Mrs. Birraire (yo la llamo así), ¿has visto? Allí ponía Brasserie".
- "Venga va, seguro que no lo has leído bien".
- "Te lo aseguro; y además vamos en la buena dirección".
Y, efectivamente, unos cientos de metros después, pude leer claramente, justo delante de un aparentemente-animado local, un nuevo letrerito luminoso que anunciaba la Microbrasserie Nouvelle France.
- "¡Yuju!".
- "...".
Si en aquellos momentos un alce se hubiera cruzado por nuestro camino, no habría estado tan preparado para no arrollarlo como de normal. Lo último que me esperaba en aquel aislado rincón de mundo era encontrarme el primer brewpub que visitaría en Quebec, y rápidamente negocié con mi querida esposa el régimen de visitas a tan escondido templo cervecero. Fue así como decidimos que, al día siguiente, cenaríamos tranquilamente en ese local que, sólo pasando, ya prometía.
Microbrasserie Nouvelle France
Con la intensa lluvia que caía, no tuvimos mucho tiempo de admirar la fachada al salir del coche, y nos colamos dentro de un local que, visto desde fuera, presentaba un clima presuntamente cálido. Así, una vez dentro, encontramos ese calor que no nos ofrecía este gran local tan acogedor, construido a partir de madera, presentando una decoración muy rústica en cada uno de sus rincones, dignos de admirar todos ellos, con multitud de objetos cotidianos antiguos colgados de las paredes o reposando en estanterías y mesas.
A diferencia de la mayoría de brewpubs visitados hasta la fecha (dentro y fuera de Canadá) la fábrica podía verse desde fuera y desde dentro; casi desde cualquier punto. Viendo el interés que me suscitaban las máquinas y, especialmente, el montón de fermentadores que había, nos sentaron en una mesa privilegiada con vistas perfectas de todas las instalaciones. Mi entusiasmo por la parte cervecera del local fue tan evidente que la amable camarera que nos atendió con destreza durante toda la estancia me sugirió, sin preguntar, que cogiera la muestra de cervezas de la casa. Y como soy una persona educada, obediente y un punto sumisa, acepté de buen grado. Al poco rato, aparecía delante mío la siguiente bandeja:
El 4 inicial de la Nouvelle France. |
El detalle interesante fue contar con una carta que describía las cervezas y aportaba datos técnicos sobre ellas. Gracias a ésta, pude conocer bien lo que tomaba; de lo contrario, habría sido complicado dado que nos encontrábamos en un rincón de mundo donde nadie parecía hablar nada más que francés quebecuois, que os aseguro que es complicado de entender, y más cuando la lengua romance concreta no es de las que dominas con fluidez.
En la línea de las otras cervezas probadas hasta el momento durante el viaje, todas ellas estaban bien ricas, sin despuntar ninguna en particular. (De izquierda a derecha). La Claire Fontaine es una Golden Ale inglesa, de buen aspecto, de nariz un pelín apagada y gran presencia en boca, con toques herbales y cítricos, así como de cereal; de final seco y refrescante, con un amargor moderado. Por su parte, la Nouvelle-France Rouge presentaba más complejidad maltosa, con una buena gama de frutas maduras y caramelo, acompañadas de notas de lúpulo floral. Muy sabrosa y fácilmente sesionable, una noche de birras habría sido mi compañera.
Decoración rústica y acogedor. |
A continuación ataqué la Blonde d'Épeautre, rubia de estilo belga con un carácter más notorio de la levadura. Presentaba toques de banana, chicle, hierba suave, algo de caramelo y azúcar moreno. Un poco simplona, pero muy bebible. Y, finalmente, otra cervecita de inspiración flamenco-balona: la Ambrée de Sarrasin. Dulce, acaramelada, con ligeros toques afrutados y, nuevamente, protagonismo para la levadura; muy agradable, nada empalagosa. Salvando las distancias, me recordó la Struise Rosse. Si en algo andaba más floja era en paladar, pero es un éxito encontrar una birra así fuera de Bélgica (y así me esforcé para transmitírselo a la camarera).
Como nota a destacar, la Nouvelle France cuenta con una línea de cervezas sin gluten, llamada Messagères, con tres referencias distintas tanto en barril como en botella; que aunque me hubiera gustado probar, finalmente no lo hice. Como suele pasar en los casos en que se observa un grado de sensibilidad importante respecto a las personas que presentan intolerancia a la gliadina, me imagino que alguien "de la casa" debería sufrir celiaquía.
yum, yum... |
Un pollo súper tierno acompañado de casi todo lo que tenían a mano: verduritas, hortalizas variadas, arroz y patatas frias, con una salsita para mojarlas que estaba de vicio. Y para regar el pollo y el arroz, ni coulís ni coulás: un jugo como-dios-manda, muy gustoso y consistente, con un puntillo especiado y pebrado. Me lo comería ahora mismo de nuevo.
Además, pudimos acompañar tan jugoso plato del delicioso pan casero calentito que nos habían traído con un aparatoso cuchillo clavado en medio. Tierno, esponjoso y muy sabroso; perfecto con mantequilla o para que no quedara ni rastro de comida en el plato. Después de un día, nunca mejor dicho, pasado por agua, al menos a la hora de la cena nos pusimos las botas y nos fuimos más que contentos de vuelta a nuestro alojamiento. Si ya lo digo yo que para estar feliz no hay cosa mejor que seguir el sendero que te marca la cerveza; aciertas seguro.
Acabado el gran manjar, hice mi rutinaria visita completa de las instalaciones, cámara en mano, parándome a analizar bien la maquinaria, pero también el pequeño museo cervecero que tenían montado dentro del propio establecimiento (a parte de objetos, básicamente cómo se produce y algunas curiosidades) y la tienda. Pedí, asimismo, si me podían dar alguna chapilla, a lo que accedieron muy amablemente.
Detalle del pequeño museo cervecero. |
Al salir ya no llovía. Parados, admiramos la gran casa de madera que albergaba tan remoto templo gastro-cervecero, que cuenta con un bonito porche-patio con varias mesas y sillas, que nos resultó curioso dado que en pleno verano como estábamos no podía utilizarse por mal clima. El balance fue muy positivo nuevamente: encontrar, totalmente al azar, sitios acogedores, con buena comida y bebida propia en un viaje tan lejos es una de esas cosas que te llenan, que recuerdas con cariño con el paso de los años. Estos (y otros, por supuesto) recuerdos son los que, cuando vas creciendo, constituyen lo que ha sido y lo que es tu vida.
Sentimentalismos y pajas-mentales a parte, el miércoles de la semana que viene seguiremos por Quebec, aunque no tan escondidos. Salut i birra!
Vista general. Había muchos más fermentadores a la izquierda de la imagen. ¿Vivirá toda la zona de sus birras? |
¿O SEA QUE ERES UN POCO SUMISO MMMMMMM?......YA, YA.......JIJIJI.
ResponderEliminarPON UNA FOTO DE LA CHAPA PARA QUE NOS MURAMOS DE ENVIDIA, JEJE ¿TE DIERON ETIQUETAS? SI VOY YO LES LIMPIO, JAJAJA.
Ya me ves, Jorge; soy incorregible ;-). Cuando pueda te la enseño (la chapa, por supuesto).
EliminarPuedo imaginarme el expolio que habríais hecho en estas escapadas que hice algunos destacados miembros del mundillo coleccionista. Yo soy más moderado, jeje.
Un saludo macho.
Se me acaban los halagos aunque la envidia sigue tan o más viva que antes... ;). Lo mejor, aparte de la birra y la decoración, encontrartelo por sorpresa... como quien se topa con la tienda del pan de la esquina!!
ResponderEliminarEnhorabuena por la crónica, como siempre, Joan! Salut!
P.D. Brutal el plato!! Jaja!! Rollo "familia feliz" de los chinos... jaja!! No cabe nada más... xD
Pau! Como bien dices, lo mejor es encontrártelo cuando no lo buscas :-). Haciendo un símil boletaire, es como ir sencillamente de excursión y encontrarte unos cuantos rovellons mientras vas andando, jaja.
EliminarEl plato es lo mejor que comí en todo el viaje, sin lugar a dudas. Nada como la comida casera; todo sabe mejor.
Gracias por el comentario y una abraçada!
Estaba deseando que siguieras publicando las entradas de Canadá..., no hay peor cosa que dejen a uno a medias :-P
ResponderEliminarQué envidia de viaje y este encuentro sorpresa... Mrs Birraire no te dice como a mi cuando algo me encuentro 'de sorpresa': "me has traído hasta aquí a sabiendas..."
Jajaja, tienes razón que no está bien dejar nada a medias. Me alegra de verdad ver que hay fervientes seguidores de mis aventuras canadienses.
EliminarPero tengo una de posts pendientes que es horrible, y poco tiempo. Pero ahora espero que más o menos ya cada miércoles sin excepción habrá todo lo vivido y bebido en brewpubs de Quebec.
Respecto a la sorpresa, veo que entiendes bien las dinámicas matrimoniales, jaja. Pero Mrs. Birraire me conoce bien y sabe que era imposible que lo hubiera hecho a sabiendas, porque soy incapaz de planificar nada con antelación :-P.
¡Saludos José!