Borefts Beer Festival 2013...
(o Un homenaje anual a las nuevas cervezas europeas)
Cuando, con mucha antelación, Mrs. Birraire me preguntó acerca de mis preferencias para celebrar mis primeras tres décadas vitales, mi respuesta fue clara: "quiero un buen festival". Aunque mi declaración de intenciones tenía un sentido totalmente genérico, mi estimada esposa hizo una interpretación especifista y, el día de mi 30 cumpleaños, me regaló (entre otras fantásticas cosas que ya vimos en su momento) un viaje a Bodegraven para asistir al V Borefts Beer Festival, organizado por una de mis más admiradas cervecera: la neerlandesa Brouwerij De Molen.
Circunstancias variadas estuvieron a punto de estropear la fantástica oportunidad de asistir a mi primer Borefts, pero sortosamente todo acabó cuadrando para que el viernes 27 de septiembre saliéramos temprano desde el aeropuerto de Barcelona dirección a Amsterdam. Después de un vuelo con más de uno y de dos sospechosos habituales del mundillo cervecero (que casualidad, ¿no?) cogimos el transporte público hasta Alphen an den Rijn, población donde sentamos nuestro campo base para el intenso fin de semana que recién acababa de empezar.
Con un corto trayecto en tren de por medio, rápidamente nos plantamos a la pequeña población de Bodegraven, y entre intuición, orientación y la presencia de personas con paso firme y pinta de cerveceros (entre nosotros nos reconocemos) llegamos rápidamente al trozo de carretera que separa la fábrica de De Molen del propio molino, que es donde se encuentran la tienda y el restaurante de la cervecera. Adquirimos la preciosa copita de cata del festival junto a los tokens para la cerveza y, después de saludar a algunas caras conocidas, empezó el descubrimiento de las grandes creaciones que, por variedad y calidad, durante dos días convertirían el lugar donde nos encontrábamos en el mayor punto neurálgico mundial de placer cervecero.
El Borefts se desarrolló con absoluta normalidad: el viernes, con menos asistentes, fue un día perfecto para aclimatarse; el sábado, con un descanso nocturno más adecuado, tocaba estar de principio a fin, compartiendo espacio físico con más visitantes, pero todo dentro de un buen clima de camaradería, goce y aprendizaje. A token por cerveza, lo cual resultó muy práctico, pudimos degustar cervezas de cada una de las breweries presentes gracias al formato del vaso, que permitía beber cantidades muy moderadas de cervezas que, en la mayoría de los casos, no estaban pensadas para tomar a litros. Una gran manera de situar gustos y expectativas para futuros encuentros, ya sea en bares o en tiendas, con producciones de las cerveceras presentes en el festival.
Más allá del restaurante De Molen, que ofrecía varias sesiones durante el día de comida maridada con cerveza que tenían muy buena pinta (y que, por límites temporales en la ingesta de alimentos, desgraciadamente no pude plantearme), no había una gran variedad de comida; pero estaba todo de maravilla. Nosotros quedamos prendados de la deliciosa comida que ofrecía el carnicero local, así como de las bitterballen con salsa de mostaza y cerveza, una deliciosa especialidad holandesa.
A nivel de cervezas, cabe mencionar que los anfitriones habían pedido a los cerveceros invitados que prepararan Gruits para darle, como cada año, un toque temático a la quinta edición; y en este sentido, pudimos disfrutar de varias elaboraciones sin lúpulo, muy ricas en algunos casos, que contrastaban con el alto contenido en IBUs de la amplia mayoría de cervezas presentes. Nuestros representantes por tierras neerlandesas prepararon un par de ellas: la Laugar Cypress Valley y la Naparbier Gruit: la primera, moderadamente seca y herbal, con un dulce bien equilibrado; la Napar, más dulzona y especiada, muy fácil de beber y con hierbas que ellos mismos salieron a recolectar. Pero esto no es todo lo que traían, por supuesto, y sería una pena no mencionar, de Laugar, la serie entera de Aupa Tovarisch bañada en distintas maderas (a contracorriente de la opinión comentada, yo me quedo con la Calvados), o la increíble Hop Shock (tan fresca y sabrosa, con sólo 3,9%); y de Naparbier, la cafetera BlackRock o la cerveza conmemorativa de los cinco años de 5 Titius, la Anniversary IPA.
No voy a entrar a hablar de todo lo probado, porque el post no acabaría nunca; si bien, después de probar varias cervezas de cada uno de los elaboradores, sí me gustaría remarcar alguna de las cervezas más notables. De Molen, jugando en casa, impresionó con muchas de sus cervezas, pero especialmente me quedo con la Bommen & Giovanni, la Hel & Verdoemenis Kopi Luwak; en el mismo stand, Rooie Dop dejó claro que no todo el mundo sabe hacer una buena White IPA como su What a Wonderful White. Fyne Ales, una de las que personalmente más esperaba, llevaba varias cosas interesantes, de las cuales elijo, sin duda, una de mis probables top-5 (si es que hiciera esta distinción): la más sesionable de todo el festival, la Jarl. Al lado, Emelisse me impresionó como de costumbre, con su Crème Broulé Imperial Stout y, que maravilla, con la Buffalo Barley Wine.
La Mozaic de la Brasserie Mont-Salève fue lo más destacado de los representantes franceses, con poco grado y carbonatación, pero con muchísimo carácter. Ya fuera de la Brouwerij propiamente, el tap trailer de Alvinne y Struise (con los Laugar de invitados) regaló grandes cervezas, de las que me gustaron por encima de las demás la Beer Geek Wedding III y la ONE. La gente de Mikkeller trajeron una de las mejores del festival para mi gusto, la espectacular SpontanPeach, mientras que sus vecinos de parada, los también daneses To Øl, brillaron con la réplica femenina a su mítica Mine is Bigger Than Yours, llamada I've Seen Bigger Than Yours. Brewfist pinchó, con su Gruit, la cerveza sin lúpulo más potente del Borefts y, sin salir de Italia, Toccalmatto la clavó con su gose Salty Angel.
Mucho me gustaron las cervezas presentadas por Thornbridge, especialmente las de cask, con la Kacho (porter con ron) destacando por encima, sin olvidar la buena Berliner Weisse. También británicos, Kernel tenía el stand más sencillo (y cutrillo, porque no decirlo) de todo el festival, si bien sus cervezas son absolutamente incontestables. Todo me encantó, pero la primera birra que tomé en el viaje, la Table Beer, se lleva la palma con sus tres graditos de nada. Con diversidad de opiniones al respecto, personalmente me llamó mucho la atención la especiadísima Xiquic and the Hero Twins de Amager, así como su colaboración, Arctic Sunstone, con los americanos de 3 Foyds. Al final de todo, tocando el molino, la Frans Hals Kuit de Jopen fue, de las gruits (kuyt, en este caso), la que probablemente más me gustara.
Por último, sin haber seguido estrictamente el orden mental de los stands para mencionar las cerveceras, me quedo sin duda con los suecos de Närke Kulturbryggeri. Probé absolutamente todo lo que trajeron y, excepto en el caso de un braggot algo regulero, se ganaron mi incondicional admiración con unas birras que se salen de guión totalmente, jugando con nuevos ingredientes y con un toque ahumado característico que casi siempre aparece. Para no listar todas sus cervezas, aunque todas me parecieron impresionantes, voy a destacar especialmente las 4 Forest Beers (quien se queje de los nombres de las De Molen es que no ha visto éstos) y la RAPA (una Pale Ale americana con un toque ahumado delicioso).
Saliendo puramente de lo que son las cervezas, un aspecto detallista que me gustó notablemente fue el hecho de encontrar unas hojas Din-A4 en el stand de Jopen, informando con detalle de cada una de las cervezas que tenían a disposición del público. Más tarde, la versión más "arreglada" del mismo concepto pude verla en el puesto de Brewfist, con unas fichas de cartón a todo color que cubrían muchos aspectos interesantes a la hora de probar sus cervezas. Creo que este tipo de detalles, más allá de tener su atractivo por el buen diseño (en el caso de los italianos), son altamente positivos dentro del global: es la información, el conocimiento, el saber lo que estás tomando y el porqué huele o sabe de una u otra manera un punto de total interés cuando asistes a un evento de estas características.
Sin embargo, de todo, lo mejor fue sin lugar a dudas el contacto con los productores y todos los asistentes. Pude hablar con muchísima gente a quien no conocía (y de conocidos, más de lo que uno podía esperar) y enriquecer mi experiencia cultural gracias a ello, trazando incluso alguna relación de gran valor. La maravilla de la cerveza es comprobar todo lo que compartes, a parte de un trocito de espacio, con personas de todo el mundo con quien entablas largas conversaciones sin darte cuenta, sólo porque las circunstancias te han puesto de lado mientras esperas una cerveza en alguno de los puestos, o mientras la tomas tranquilamente en los bancos situados debajo de las carpas.
Después de dos días superlativos, mi último recuerdo del festival es el de la estación de Bodegraven, esperando el tren junto con muchos otros aficionados a la cerveza, venidos de distintas partes de Europa (e incluso de América). El ambiente era más reflexivo allí, con grupos de personas comentando lo que había dado de sí el festival; y otras más calladas, de bajón después de dos grandes días, o quizás con un punto de etilismo que desaconsejaba actividades que requirieran de excesivo esfuerzo físico y/o mental. Quien más quien menos se llevaba algún tipo de souvenir: fuera en forma de camiseta o con cajas llenas de joyas cerveceras.
Dejábamos, todos, atrás la locura desatada durante las últimas horas de festival: nuevas cervezas, nuevos compañeros; la alegría general, la excepcional comida y el precioso paraje que albergaba este maravilloso festival; también, como no, el hedor provocado por el calor de algunas horas del día y especialmente por el efecto laxante de la cerveza, en aquellas zonas de mayor concentración humana durante el sábado... Un montón de experiencias vitales y sensoriales (unas más agradables que otras, sin duda) para la colección, directas a esta mochila que parece no tener fondo: siempre con ganas de seguir acumulando intangibles.
Y aquí termina la crónica de un gran regalo de 30 años; la de un homenaje mayúsculo a la nueva ola de cervezas europeas que, recogiendo buena parte del impulso de la craft beer estadounidense, está enriqueciendo el panorama cervecero del viejo continente a base de creaciones rompedoras y originales, con unos estándares de calidad muy elevados. Celebremos esta bocanada de aire fresco, que ya se ha instalado en hogares y en bares que nunca antes lo habrían sospechado. Que esta globalización bien entendida siga creciendo como hasta ahora.
Salut i birra!
PD: si a alguien le ha parecido ver un personaje de Star Wars en un fermentador, está en lo cierto: los fermentadores de De Molen llevan asociado algún personaje de la saga. A algunos, ésto nos pareció una muestra más de que la cerveza atrae el buen gusto y el talento personal. Sinergias.
Circunstancias variadas estuvieron a punto de estropear la fantástica oportunidad de asistir a mi primer Borefts, pero sortosamente todo acabó cuadrando para que el viernes 27 de septiembre saliéramos temprano desde el aeropuerto de Barcelona dirección a Amsterdam. Después de un vuelo con más de uno y de dos sospechosos habituales del mundillo cervecero (que casualidad, ¿no?) cogimos el transporte público hasta Alphen an den Rijn, población donde sentamos nuestro campo base para el intenso fin de semana que recién acababa de empezar.
Con un corto trayecto en tren de por medio, rápidamente nos plantamos a la pequeña población de Bodegraven, y entre intuición, orientación y la presencia de personas con paso firme y pinta de cerveceros (entre nosotros nos reconocemos) llegamos rápidamente al trozo de carretera que separa la fábrica de De Molen del propio molino, que es donde se encuentran la tienda y el restaurante de la cervecera. Adquirimos la preciosa copita de cata del festival junto a los tokens para la cerveza y, después de saludar a algunas caras conocidas, empezó el descubrimiento de las grandes creaciones que, por variedad y calidad, durante dos días convertirían el lugar donde nos encontrábamos en el mayor punto neurálgico mundial de placer cervecero.
El Borefts se desarrolló con absoluta normalidad: el viernes, con menos asistentes, fue un día perfecto para aclimatarse; el sábado, con un descanso nocturno más adecuado, tocaba estar de principio a fin, compartiendo espacio físico con más visitantes, pero todo dentro de un buen clima de camaradería, goce y aprendizaje. A token por cerveza, lo cual resultó muy práctico, pudimos degustar cervezas de cada una de las breweries presentes gracias al formato del vaso, que permitía beber cantidades muy moderadas de cervezas que, en la mayoría de los casos, no estaban pensadas para tomar a litros. Una gran manera de situar gustos y expectativas para futuros encuentros, ya sea en bares o en tiendas, con producciones de las cerveceras presentes en el festival.
Más allá del restaurante De Molen, que ofrecía varias sesiones durante el día de comida maridada con cerveza que tenían muy buena pinta (y que, por límites temporales en la ingesta de alimentos, desgraciadamente no pude plantearme), no había una gran variedad de comida; pero estaba todo de maravilla. Nosotros quedamos prendados de la deliciosa comida que ofrecía el carnicero local, así como de las bitterballen con salsa de mostaza y cerveza, una deliciosa especialidad holandesa.
A nivel de cervezas, cabe mencionar que los anfitriones habían pedido a los cerveceros invitados que prepararan Gruits para darle, como cada año, un toque temático a la quinta edición; y en este sentido, pudimos disfrutar de varias elaboraciones sin lúpulo, muy ricas en algunos casos, que contrastaban con el alto contenido en IBUs de la amplia mayoría de cervezas presentes. Nuestros representantes por tierras neerlandesas prepararon un par de ellas: la Laugar Cypress Valley y la Naparbier Gruit: la primera, moderadamente seca y herbal, con un dulce bien equilibrado; la Napar, más dulzona y especiada, muy fácil de beber y con hierbas que ellos mismos salieron a recolectar. Pero esto no es todo lo que traían, por supuesto, y sería una pena no mencionar, de Laugar, la serie entera de Aupa Tovarisch bañada en distintas maderas (a contracorriente de la opinión comentada, yo me quedo con la Calvados), o la increíble Hop Shock (tan fresca y sabrosa, con sólo 3,9%); y de Naparbier, la cafetera BlackRock o la cerveza conmemorativa de los cinco años de 5 Titius, la Anniversary IPA.
No voy a entrar a hablar de todo lo probado, porque el post no acabaría nunca; si bien, después de probar varias cervezas de cada uno de los elaboradores, sí me gustaría remarcar alguna de las cervezas más notables. De Molen, jugando en casa, impresionó con muchas de sus cervezas, pero especialmente me quedo con la Bommen & Giovanni, la Hel & Verdoemenis Kopi Luwak; en el mismo stand, Rooie Dop dejó claro que no todo el mundo sabe hacer una buena White IPA como su What a Wonderful White. Fyne Ales, una de las que personalmente más esperaba, llevaba varias cosas interesantes, de las cuales elijo, sin duda, una de mis probables top-5 (si es que hiciera esta distinción): la más sesionable de todo el festival, la Jarl. Al lado, Emelisse me impresionó como de costumbre, con su Crème Broulé Imperial Stout y, que maravilla, con la Buffalo Barley Wine.
La Mozaic de la Brasserie Mont-Salève fue lo más destacado de los representantes franceses, con poco grado y carbonatación, pero con muchísimo carácter. Ya fuera de la Brouwerij propiamente, el tap trailer de Alvinne y Struise (con los Laugar de invitados) regaló grandes cervezas, de las que me gustaron por encima de las demás la Beer Geek Wedding III y la ONE. La gente de Mikkeller trajeron una de las mejores del festival para mi gusto, la espectacular SpontanPeach, mientras que sus vecinos de parada, los también daneses To Øl, brillaron con la réplica femenina a su mítica Mine is Bigger Than Yours, llamada I've Seen Bigger Than Yours. Brewfist pinchó, con su Gruit, la cerveza sin lúpulo más potente del Borefts y, sin salir de Italia, Toccalmatto la clavó con su gose Salty Angel.
Mucho me gustaron las cervezas presentadas por Thornbridge, especialmente las de cask, con la Kacho (porter con ron) destacando por encima, sin olvidar la buena Berliner Weisse. También británicos, Kernel tenía el stand más sencillo (y cutrillo, porque no decirlo) de todo el festival, si bien sus cervezas son absolutamente incontestables. Todo me encantó, pero la primera birra que tomé en el viaje, la Table Beer, se lleva la palma con sus tres graditos de nada. Con diversidad de opiniones al respecto, personalmente me llamó mucho la atención la especiadísima Xiquic and the Hero Twins de Amager, así como su colaboración, Arctic Sunstone, con los americanos de 3 Foyds. Al final de todo, tocando el molino, la Frans Hals Kuit de Jopen fue, de las gruits (kuyt, en este caso), la que probablemente más me gustara.
Por último, sin haber seguido estrictamente el orden mental de los stands para mencionar las cerveceras, me quedo sin duda con los suecos de Närke Kulturbryggeri. Probé absolutamente todo lo que trajeron y, excepto en el caso de un braggot algo regulero, se ganaron mi incondicional admiración con unas birras que se salen de guión totalmente, jugando con nuevos ingredientes y con un toque ahumado característico que casi siempre aparece. Para no listar todas sus cervezas, aunque todas me parecieron impresionantes, voy a destacar especialmente las 4 Forest Beers (quien se queje de los nombres de las De Molen es que no ha visto éstos) y la RAPA (una Pale Ale americana con un toque ahumado delicioso).
Saliendo puramente de lo que son las cervezas, un aspecto detallista que me gustó notablemente fue el hecho de encontrar unas hojas Din-A4 en el stand de Jopen, informando con detalle de cada una de las cervezas que tenían a disposición del público. Más tarde, la versión más "arreglada" del mismo concepto pude verla en el puesto de Brewfist, con unas fichas de cartón a todo color que cubrían muchos aspectos interesantes a la hora de probar sus cervezas. Creo que este tipo de detalles, más allá de tener su atractivo por el buen diseño (en el caso de los italianos), son altamente positivos dentro del global: es la información, el conocimiento, el saber lo que estás tomando y el porqué huele o sabe de una u otra manera un punto de total interés cuando asistes a un evento de estas características.
Sin embargo, de todo, lo mejor fue sin lugar a dudas el contacto con los productores y todos los asistentes. Pude hablar con muchísima gente a quien no conocía (y de conocidos, más de lo que uno podía esperar) y enriquecer mi experiencia cultural gracias a ello, trazando incluso alguna relación de gran valor. La maravilla de la cerveza es comprobar todo lo que compartes, a parte de un trocito de espacio, con personas de todo el mundo con quien entablas largas conversaciones sin darte cuenta, sólo porque las circunstancias te han puesto de lado mientras esperas una cerveza en alguno de los puestos, o mientras la tomas tranquilamente en los bancos situados debajo de las carpas.
Después de dos días superlativos, mi último recuerdo del festival es el de la estación de Bodegraven, esperando el tren junto con muchos otros aficionados a la cerveza, venidos de distintas partes de Europa (e incluso de América). El ambiente era más reflexivo allí, con grupos de personas comentando lo que había dado de sí el festival; y otras más calladas, de bajón después de dos grandes días, o quizás con un punto de etilismo que desaconsejaba actividades que requirieran de excesivo esfuerzo físico y/o mental. Quien más quien menos se llevaba algún tipo de souvenir: fuera en forma de camiseta o con cajas llenas de joyas cerveceras.
Dejábamos, todos, atrás la locura desatada durante las últimas horas de festival: nuevas cervezas, nuevos compañeros; la alegría general, la excepcional comida y el precioso paraje que albergaba este maravilloso festival; también, como no, el hedor provocado por el calor de algunas horas del día y especialmente por el efecto laxante de la cerveza, en aquellas zonas de mayor concentración humana durante el sábado... Un montón de experiencias vitales y sensoriales (unas más agradables que otras, sin duda) para la colección, directas a esta mochila que parece no tener fondo: siempre con ganas de seguir acumulando intangibles.
Y algún tangible también, como la preciosa colección de posavasos "The Beer Freak Show". |
Y aquí termina la crónica de un gran regalo de 30 años; la de un homenaje mayúsculo a la nueva ola de cervezas europeas que, recogiendo buena parte del impulso de la craft beer estadounidense, está enriqueciendo el panorama cervecero del viejo continente a base de creaciones rompedoras y originales, con unos estándares de calidad muy elevados. Celebremos esta bocanada de aire fresco, que ya se ha instalado en hogares y en bares que nunca antes lo habrían sospechado. Que esta globalización bien entendida siga creciendo como hasta ahora.
Salut i birra!
PD: si a alguien le ha parecido ver un personaje de Star Wars en un fermentador, está en lo cierto: los fermentadores de De Molen llevan asociado algún personaje de la saga. A algunos, ésto nos pareció una muestra más de que la cerveza atrae el buen gusto y el talento personal. Sinergias.
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